Orígenes del idioma español
El español tiene su base en el latín vulgar que se propagó en la península desde finales del siglo III a.C. Este latín hablado era bastante diferente del latín literario. Mientras que el latín escrito distinguía entre vocales largas y breves, el latín oral utilizaba el acento de intensidad, rasgo que persiste en nuestra lengua. Los sustantivos se declinaban en latín literario, pero en el habla común se usaban más preposiciones, como hacemos hoy.
Las lenguas romances no derivan del latín de los libros, sino del que se hablaba en las calles. La sintaxis del latín oral era más regular y similar a la de nuestra lengua actual, sin los hipérbatos frecuentes de la literatura. Esto es lógico, ya que las lenguas evolucionan más rápido en su forma hablada que en la escrita.
El nacimiento del romance
En todas las lenguas existen diferencias según la región, el nivel cultural o la época. En el latín estas diferencias eran incluso mayores. El latín vulgar (la forma hablada por el pueblo) fue evolucionando de manera distinta en cada territorio del Imperio Romano, dando origen a las diferentes lenguas románicas.
Varios factores influyeron en estas diferencias: la fecha de conquista del territorio, la procedencia regional de los soldados romanos, la distancia con Roma y, por supuesto, la lengua nativa de los habitantes sometidos, que dejaba su huella en la pronunciación y el vocabulario.
Con la invasión de los pueblos germánicos en el siglo V, cada provincia romana quedó aislada de las demás, reforzando las particularidades de cada latín local. En Hispania, los visigodos, aunque mantuvieron muchas de sus costumbres, se romanizaron bastante, especialmente tras su conversión al catolicismo. Este encuentro cultural dejó su marca en el idioma, aportando nuevas palabras de origen germánico.
💡 Cuando el Imperio Romano se fragmentó en el siglo V, cada región comenzó a desarrollar su propio "romance" o latín evolucionado. El castellano es solo uno de esos romances que surgieron en la península ibérica.