El amor en una aldea africana (1779-1791)
La historia del espejo comienza en una aldea africana donde vivían Imaoma y Atima. Era una comunidad pequeña donde cada persona tenía su lugar y conocían perfectamente su entorno: diferenciaban plantas buenas de las peligrosas, aceptaban lluvias y sequías, y hasta reconocían formas en las nubes.
Imaoma era un cazador tan hábil que toda la aldea lo consideraba elegido por los antepasados. Atima era una joven hermosa y talentosa en el arte de teñir plumas y coser pieles. El amor surgió según las tradiciones: tres miradas de Imaoma hacia Atima en un solo día significaban una propuesta de matrimonio.
Las familias aceptaron la unión porque eran "los dos ojos de un mismo pez, las dos laderas de una misma montaña". En la boda, Imaoma le regaló a Atima el pequeño espejo de ébano que él mismo había tallado con paciencia, mientras ella le dio un brazalete de piel.
Conexión histórica: Esta época coincide con el período de mayor intensidad del comercio de esclavos entre África y América, lo que sugiere que la historia tomará un giro dramático.