División internacional del trabajo e imperialismo
¿Te has preguntado por qué algunos países son "desarrollados" y otros no? La respuesta está en parte en la división internacional del trabajo del siglo XIX. Así como Adam Smith había teorizado sobre la especialización laboral en fábricas, se aplicó el mismo concepto a nivel global: Europa se dedicaría a la industria por tener capitales y recursos minerales, mientras que las antiguas colonias serían proveedoras de materias primas y alimentos.
Este sistema benefició enormemente a las naciones industrializadas. Durante el siglo XX, los precios de las materias primas bajaron mientras los productos manufacturados se encarecieron, creando un intercambio desigual que favoreció a los países centrales.
El imperialismo surgió por razones tanto económicas como políticas. Económicamente, permitía a las potencias industriales modificar la producción de sus colonias según sus necesidades y reinvertir sus capitales excedentes. Políticamente, satisfacía el deseo de prestigio y poder de los gobiernos, alimentado por un nacionalismo exagerado. Gran Bretaña lideró este proceso durante la Era Victoriana (1837-1902), consolidando su dominación en India, Egipto, Australia y Sudáfrica.
⚠️ Atención: El imperialismo no solo se impuso por conquista directa. En Argentina y otros países latinoamericanos, los sectores terratenientes aceptaron voluntariamente subordinarse a la división internacional del trabajo, convirtiendo a Argentina en el cuarto destino de las inversiones británicas en el mundo.
El darwinismo social proporcionó la justificación ideológica perfecta para el imperialismo. Basándose en la teoría de Charles Darwin sobre la "supervivencia del más fuerte", pensadores como Herbert Spencer aplicaron estos conceptos a las sociedades humanas, argumentando que los grupos "superiores" (naciones industrializadas) tenían derecho a dominar a los "inferiores" (colonias), presentando la dominación como algo natural e inevitable para el progreso.