Batallas y Constitución: Hacia la Unificación
La Batalla de Caseros (1852) enfrentó a federales liderados por Rosas contra unitarios comandados por Urquiza. Este conflicto surgió porque Urquiza quería establecer una Constitución Nacional y garantizar la libre navegación de los ríos, mientras Rosas sostenía que primero debía organizarse el territorio. La victoria de Urquiza marcó el fin de la hegemonía rosista y el inicio de la Argentina moderna.
Tras Caseros, Urquiza convocó al Pacto de San Nicolás, donde se acordó realizar un Congreso Constituyente. Sin embargo, Buenos Aires rechazó este acuerdo y se declaró estado independiente, dictando su propia constitución. El país quedó dividido: por un lado, la Confederación Argentina con capital en Paraná, y por otro, el Estado de Buenos Aires.
Urquiza, como Director Supremo, impulsó una economía nacional donde cada provincia aportaría parte de sus aduanas al gobierno federal. Para enfrentar los problemas económicos del interior (falta de tierras, capitales y mano de obra) y reducir la dependencia de Buenos Aires, implementó la Ley de Derechos Diferenciales en 1857, que establecía ventajas para productos que no pasaran por la aduana porteña.
Buenos Aires rechazó la Constitución Nacional por varios motivos: se negaba a ser gobernada por "un caudillo del interior", no quería entregar el mando de su ejército, consideraba injusto estar en igualdad de condiciones con provincias menos poderosas y, principalmente, no deseaba perder las rentas de su aduana para financiar un gobierno que no controlaba.