Evidencias de la Evolución
La evolución es un proceso de cambio que se desarrolla durante millones de años. Para demostrar que realmente ocurre, los científicos han recopilado diferentes tipos de evidencias.
Los fósiles son una de las evidencias más importantes. Son restos o huellas de organismos que vivieron hace mucho tiempo y se encuentran en rocas sedimentarias. Estos nos ayudan a comprender el origen evolutivo de las especies actuales.
La anatomía comparada nos permite contrastar estructuras corporales entre diferentes organismos. Aquí encontramos órganos homólogos (con estructura similar pero que pueden tener diferentes funciones, indicando un ancestro común) y órganos análogos (con funciones similares pero estructuras diferentes, sin indicar ancestro común).
💡 ¡Dato curioso! Los órganos vestigiales son estructuras que perdieron su función original a lo largo de la evolución, como el apéndice en humanos. ¡Son como "recuerdos biológicos" de nuestro pasado evolutivo!
La biogeografía estudia la distribución geográfica de las especies, revelando patrones que sugieren ancestros comunes. Por otro lado, la embriología analiza la morfología o desarrollo de embriones, mostrando similitudes que indican relaciones evolutivas.
Para comparar especies usamos diferentes criterios: ancestro común, estructuras anatómicas, función de las estructuras y tipo de evolución. La bioquímica también aporta evidencias al comparar la información genética entre organismos, revelando similitudes que confirman relaciones evolutivas.