Los Primeros Modelos Atómicos
En el siglo III a.C., el filósofo Demócrito propuso que toda la materia estaba formada por partículas indivisibles que llamó átomos (que en griego significa "indivisible"). Junto con su maestro Leucipo, plantearon que la realidad consistía en infinitas partículas de diversas formas, en constante movimiento y con vacío entre ellas. Por estas ideas, son considerados los padres del atomismo.
El verdadero estudio científico de los átomos comenzó mucho después. A finales del siglo XIX, J.J. Thompson descubrió los electrones mientras experimentaba con tubos de descarga de gases. Observó unos rayos (catódicos) que iban del polo negativo al positivo, compuestos por partículas con carga negativa. Esto lo llevó a proponer su famoso modelo del budín de pasas: una esfera de carga positiva con electrones incrustados como pasas en un budín.
Ernest Rutherford revolucionó nuestra comprensión del átomo con su célebre experimento de bombardeo de láminas de oro. Al notar que algunas partículas alfa rebotaban o se desviaban (algo inesperado si el modelo de Thompson fuera correcto), propuso el modelo planetario. En este modelo, la mayor parte de la masa se concentraba en un pequeño núcleo central (con protones positivos), mientras los electrones giraban alrededor como planetas. Sin embargo, este modelo tenía un problema: según la física clásica, los electrones deberían perder energía y caer hacia el núcleo.
⚡ ¡Dato curioso! Si un átomo fuera del tamaño de un campo de fútbol, su núcleo sería apenas como una arveja en el centro. ¡El resto sería prácticamente espacio vacío!