Reinos Romano-Germánicos y El Imperio Carolingio
Tras la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 d.C., surgió un gran vacío de poder en Europa. Este vacío fue ocupado por diversos pueblos romano-germánicos como los visigodos y los francos. La transformación política vino acompañada de una profunda ruralización las ciudades perdieron importancia, el comercio se redujo drásticamente y la economía se volvió principalmente agraria.
Estos nuevos reinos combinaban elementos germánicos y romanos. Establecieron monarquías hereditarias, adoptaron el cristianismo y mantuvieron aspectos del derecho romano. Los reyes germanos repartieron tierras entre sus guerreros leales, creando una aristocracia terrateniente. Los campesinos y exesclavos romanos trabajaban estas tierras, entregando parte de su producción a sus señores.
Entre estos reinos, los francos se destacaron como uno de los más importantes. Bajo el liderazgo de Clodoveo a principios del siglo VI, conquistaron gran parte de la antigua Galia romana. La dinastía merovingia eventualmente perdió poder, y tras el gobierno de figuras como Carlos Martel (quien detuvo a los musulmanes en Poitiers en 732), su hijo Pipino el Breve fundó la dinastía carolingia con apoyo papal.
⚔️ El momento cumbre de este periodo llegó con Carlomagno, hijo de Pipino, quien expandió enormemente el reino franco y fue coronado emperador por el Papa León III en el año 800. Carlomagno organizó su imperio en condados y ducados, promovió la cultura y la educación, y fortaleció la alianza entre la Iglesia y el Estado. Sin embargo, tras su muerte en 814, el gran imperio que había construido comenzó a fragmentarse.